lunes, 6 de diciembre de 2010

“Los viajes del viento” (2009): El todo, en lo sencillo

No me concentrare ni en nombres de personajes, ni en los nombres de las personas que los interpretan. Empezare con lo más fácil, la historia. Ubiquémonos en la costa atlántica colombiana por allá en los años sesenta, tenemos a un juglar (una persona que se dedica a ir de pueblo en pueblo cantando y tocando vallenatos) que decide dejar su vida de parranda. Emprende un viaje por toda la región costera colombiana para devolverle el acordeón a su maestro, lo que no esperaba es que un joven se le una con la intención de que le enseñe a ser un juglar. Una historia bastante sencilla y repetida, porque a decir verdad, no es la primera vez que un viaje con un propósito “moral” llega a la pantalla (recordemos pues “Salvando al soldado Ryan”). Lo diferente de esta película, dirigida por el colombiano Ciro Guerra, es la forma en cómo es contada, un notable homenaje a Colombia y a lo que representa.

Seguire con alabar su sencillez, una sencillez que es más compleja de lo que parece. Esta road-movie contiene muchas otras películas en versión colombiana. Las batallas vallenatas que pueden recordar algunas escenas de “8 Mile”; el mismo acordeón del diablo que puede ser referencia del misterioso maletín de “Pulp Fiction” (la forma en cómo los protagonistas lo cuidan y lo que significa para ellos); y el propósito de todo el viaje es muy similar al de “El Señor de los anillos”.

Como ya se dijo, es un homenaje a Colombia, y cómo no serlo. Respetar y darle una significativa importancia a los paisajes (algo que esta película tiene, es una excelente fotografía), hace que el espectador se conmueva y se sienta maravillado con la inmensidad del planeta. Mostrar a los nativos de la región y dejar que hablen en su idioma sin querer violentarlos con subtítulos, es respeto por las diferentes culturas colombianas. Dar a conocer el arte marcial colombiano como las peleas con machete, acompañado con el sonido del maldito acordeón en una muy bien lograda escena, en la que las miradas de los extras juegan un papel fundamental. Y sobre todo, la música, con la cual se rinde culto a las notas musicales de los costeños.

Debo mencionar la que para mí fue la escena más memorable de la película, el despertar del joven en la sierra nevada con una improvisada canción que se debate entre la interpretación de la flauta de un nativo y el acordeón de nuestro protagonista. Un momento mágico que representa la unión de nuestros antepasados con nosotros mismos, acompañados con la solemnidad de las montañas y el peculiar sonido del viento. Realmente asombrosos.

Una película en la que el silencio y las imágenes valen más que mil palabras. Es una cinta lenta que pone a pensar al público. Destinada a aquellos amantes del cine independiente, que aprecien una buena fotografía y una buena musicalización, y que disfruten de tramas lentas con finales consagrados al entendimiento de cada uno.


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